Fotonovelas, de los Apeninos a los Andes: Apuntes para una historia
Pequeño prólogo: mientras sigo leyendo como descosido para que pueda reseñar en este blog, decidí rescatar de entre mis papeles una antigua nota que hice hace un tiempo para la revista española Zona de Obras (todavia estoy esperando que algun dia obtenga una copia de ese número... ) y me pareció que era bueno reeditarlo aqui, para darle algo extra a este espacio que tiene que ver con lo que me gusta (y ademas para no sentir que esto se esta atrasando con los posts...)
Trajes setenteros y sesenteros. Poses exageradas. Diálogos melodramáticos. Historias folletinescas que bordean el camp... o caen directamente en él. Chicas en bikinis siendo torturadas. Peleas risibles. Esto es lo que se nos viene a la mente cuando pensamos en las fotonovelas, ese híbrido entre historieta y fotografía que en su momento fue una industria importante en los países latinos y hoy es apenas un recuerdo entre nostálgico y descacharrante.
Pero hay una historia tras este género desprestigiado y olvidado hasta por los investigadores de la cultura popular. Y una historia interesante, la de una industria que dió trabajo por años a montones de actores tanto conocidos como desconocidos- a ambos lados del Atlántico, una industria que vendió millones de ejemplares, que permitió a muchas mujeres (en su vertiente rosa) y hombres (en su vertiente negra) realizar las mismas fantasías que le daba el cine más fastuoso y dorado de Hollywood, y que fue parodiado por el propio Federico Fellini
Esta es una historia incompleta. Faltan muchos pedazos para armar. Hasta la búsqueda en Internet de páginas informativas sobre las fotonovelas ha sido infructuosa en gran medida (es increíble no encontrar tan poco sobre un género que movió millones durante muchos años en un espacio en el que se pueden encontrar páginas dedicadas a las cosas más absurdas del universo). Si alguno de ustedes pueden aportar datos, se los agradeceré particularmente. Lo que ha sido recopilado aquí es el fruto de un tiempo de trabajo bastante largo
y todavía faltan cosas.
Erase una vez en Italia
1946. Italia está reconstruyéndose luego de la Segunda guerra mundial. Malos tiempos para el cine italiano
y a la vez los más innovadores. De la mano de Roberto Rossellini y su Roma Ciudad Abierta, el cine italiano deja de lado los melodramas de teléfono blanco que poblaron la pantalla del fascismo italiano. Las historias de mujeres desgarradas por la humillación, héroes románricos que se convierten en su principe azul con su sonrisa encantadora y villanos muy villanos que desean lo peor para la señorita en cuestión se ven reemplazadas. Las nuevas películas neorrrelistas cuentan historias cotidianas generalmente protagonizadas por gente común, convierten a la escasez de recursos en una virtud narrativa, y ponen a todos los críticos y cinéfilos a mirar a Italia como la nueva meca mundial del cine por un tiempo.
Sí, todo muy lindo pero
¿y el público al que le gustaban las historias viejas, dónde va encontrar lo que quiere ver, ahora que no hay recursos para hacer esos grandes espectáculos romanticones?
La respuesta la va a dar ese año la revista italiana Grand Hotel. En las páginas de su primer número aparecía la historia Almas encadenadas. Seguramente nadie esperaba el éxito de la revista
un éxito abrumador que dió comienzo a la industria de la fotonovela.
Ya exisían anteriormente versiones de películas contadas en orden secuencial sobre papel usando fotogramas de la película como base. Estas cinenovelas seguirían produciéndose durante mucho tiempo. Pero lo que diferenciaba a Grand Hotel era que sus fotonovelas eran un producto original, sin que existiera una película de donde sacar las imágenes primero.
Y Grand Hotel era un producto claramente popular, pensado para las mujeres. Una revista de romance que mantenía la tradición del folletín y el radioteatro, con heroínas dignas y decentes, jóvenes apuestos, un amo apasioonado, un obstáculo que los intenta separar y un final feliz donde ambos se reúnen definitivamente sin que nada los separe.
El éxito de la revista hace que otras editoriales decidan empezar a hacer lo mismo. Así, en poco tiempo la fotonovela dará trabajo a fotógrafos, escenografistas, maquilladores, guionistas y actores en gran cantidad. Gente como Gina Lollobrigida, Sophia Loren y Vittorio Gassman aparecerán en algunas de ellas, junto a cientos de otros actores. Tambien hubo intentos para separase del romanticismo melodramático de las fotonovelas más exitosas: adaptaciones de relatos clásicos (hasta se llegó a hacer la Biblia, pero se prohibió la publicación a último momento y el productor se terminó suicidando al perder el dinero en la producción), vidas de santos (algo que auspició la Iglesia Católica), historias más complejas, etc. Nada de eso funcionó. Durante muchos años la fotonovela rosa reinaría indudablemente en Italia.
La fotonovela conquista el mundo bueno, al menos una parte
Al tiempo que el fotoromanzo se volvía popular en Italia, editores de otros países empezaron a ver que este género podía ser un éxito en sus propios mercados. Así que, primero en Francia, y luego en Hispanoamérica, la fotonovela comenzó a publicarse y a conquistar lectoras en gran cantidad, creando una industria de importancia.
En Agentina especialmente el fenómeno de la fotonovela fue muy fuerte. El primer ejemplo del género es del mismo año 1946, en el que la editorial Creaciones publicó por entregas una adaptación de una obra de teatro que en ese momento la actriz Margarita Xirgu hacía en nuestro país. El editor mandó un fotógrafo a tomar fotos al propio escenario donde se hacía la obra y a partir de ello se armó luego la narración. Pero no sería hasta la aparición de la revista Idilio (que editara la editorial Abril, no por nada de fuertes lazos con Italia en ese momento) que la fórmula de la fotonovela se afianzaría y se convertiría en un éxito. Tanto Idilio como algunas competidoras como Anahí, María Rosa y Destinos tendrían tiradas gigantescas en su momento llegando a los trescientos mil ejemplares en los casos más importantes. Muchísimos actores y directores argentinos participaron en fotonovelas. Gente como Graciela Borges, Sergio Renán, Zulma Faiad, Isable Sarli, Fernando Siro, Beatriz Taibo, Oscar Cascó y Fabio Zerpa (sí, el tipo que habla de los ovnis) participaron en telenovelas, mientras que directores como Leopoldo Torre Nilson dirigieron algunas de ellas. Había estudios especializados para fotografiar las escenas y equipos de diseñadores para armar las páginas (respetando en gran medida las convenciones de la historieta en la continuidad de las viñetas, por cierto).
En España, las novelas de Corín Tellado disfrutaron de una segunda vida gracias a adaptarlas al formato fotonovela. Mientras tanto en México la fusión de la fotonovela con la lucha libre daría lugar a uno de los productos más psicotrónicos del género: la revista de Santo El Enmascarado de Plata que editaba el dibujante José G. Cruz. Combinando fotos del ídolo de la lucha y de otros actores con fondos dibujados, el resultado eran unas historias de accción in-cre-í-bles y tan demenciales como los más famosos filmes de lucha que protagonizaba. ¿Un experimento exitoso? Y, diría que sí: el comic book de Santo llegó a salir diariamente en México y llegó a millones de lectores.
Por supuesto, como todo buen producto de consumo popular que se precie, la fotonovela fue vista con malos ojos por los intelectuales de turno, que la acusaban de embrutecedora, estupidizante y todas esas cosas. No dije nada nuevo acá, ¿no?
El único gran mercado donde la fotonovela no logró entrar fue Estados Unidos. Allí el esfuerzo más conocido se hizo dentro de una revista humorística llamada Help! que el dibujante Harvey Kurtzman (el tipo que anteriormente había inventado la revista Mad) sacó durante varios años, donde trabajaron gente como Gloria Steinem y Terry Gilliam como ayudantes de redacción y en donde publicaron sus primeros trabajos profesionales artistas como Robert Crumb y Gilbert Shelton. La diferencia aquí era que las fotonovelas de Help! siempre fueron de índole humorística y bastante hip. En ellas trabajaron gracias a la habilidad de Steinem para contactarse con el mundillo avant garde de los primeros años sesenta- gente como Jerry Lewis y un guionista que venía en alza llamado Woody Allen. Pero en Estados Unidos nunca se desarrolló una industria de la fotonovela como en los otros países citados anteriormente, lo mismo que en muchos países anglosajones.
Pero faltaba un público que conquistar: el masculino. Y los fotoromances pegajosos no eran la manera de conseguirlo. Había que buscar otro elemento para atraerlos. Y para eso había dos elementos que todavía no habían utilizado y que en el cine explotaition funcionaban perfectamente: el sexo y la violencia.
Negros fotogramas
La culpa la tuvo una historieta hecha por dos hermanas italianas: Diabolik, inventado por Angela y Luciana Giussani. Hijo directo del Fantomas de los folletines franceses, Diabolik un ladron sin muchos escrúpulos especialista en robos de gusnte blanco- se convirtió en Italia en un éxito de la noche a la mañana
y generó un montón de imitadores, cada uno de ellos más osados en su ambivalencia moral. Y la fotonovela vió el filón. Así aparecía Killing (en Francia conocido como Satanik), ese asesino vestido siempre con un traje de esqueleto que asesinaba sin piedad, genio del disfraz y que siempre se salía con la suya. Y que mataba de maneras sádicas a muchachas que por alguna curiosa razón, siempre se quedaban en corpiño y bombacha
El éxito de Killing generó la aparición de fotonovelas similares repletas de tramas policiales, asesinatos y torturas bastante sádicas, chicas escasas de ropa, protagonistas con abundancias de K en su nombre (Satanik -otro diferente del de Francia-, Kriminal, etc. ¿Habrán influído de alguna manera a los grupos punkies, eh?), historias donde el crimen no siempre es castigado sino que resulta muchas veces triunfante, y, pór sobre todo, un aire kitsch innegable. Si nos ponemos a pensar podríamos decir que la fotonovela negra (como se conoció a este género) era el equivalente latino de las películas que a finales de los años sesenta y principio de los setenta filmaba gente como Russ Meyer, Drew Friedman, Jesus Franco, Jean Rollin y una gran cantidad de directores en Europa y Estados unidos, películas de bajo presupuesto en donde el sexo simluado y la violencia de ribetes sádicos eran los principales ingredientes de venta, más que la capacidad actoral, la habilidad del director o la originalidad del argumento. Lo que no quita que, igual que en el caso de las películas, muchas de estas fotonovelas estén dotadas de hallazgos narrativos y estilísticos (voluntarios o no, eso no importa).
(De hecho, en Turquía, país que por esos años se especializó en películas que usaba personajes de la cultura pop sin usar derechos de autor -robandolos, bah- existió una serie de películas de killing, de las que solo he visot imágenes que están muy bien, la verdad sea dicha).
Y por supuesto, este tipo de historias generaron problemas de censura de parte de grupos que se sentían moralmente ofendidos por la fotonovela negra. No era que fueran solamente estupidizantes o para descerebrados como eran las fotonovelas románticas: muchos de los héroes eran asesinos y ladrones que se reían de las convenciones sociales y de las instituciones.. Así que imagínense el revuelo.
¿El fin?
Pero lo que realmente acabó con la fotonovela no fueron los grupos censores, sino el desinterés del público, que encontró en otros medios los mismos placeres que encontraban anteriormente en la fotonovela. La liberalización de las costumbres permitió que se hablara más francamente del sexo en los medios masivos, con lo cual las telenovelas se hicieron más arriesgadas en sus contenidos. Ya el romance apasionado se podía ver en la televisión gratis. Y la fotonovela rosa no pudo encontrarle la vuelta, con lo que se encaminó a su ocaso como industria (más allá de que cada tanto intente volver, sobre todo en Italia, donde cada tanto aparecen estos productos y llegan a tener un cierto éxito, pero no en el mismo nivel).
La fotonovela negra, al ser menos mainstream, resistió más tiempo, a costa de volver más osados sus contenidos. Pero fue la legalización de la pornografía la que terminó de matarla. ¿Para qué comprar algo con sexo simulado si podemos comprar un álbum donde hay gente en escenas hardcore? ¿Para qué gastar fotos con viñetas que cuenten una historia si podemos ir directamente a ver las fotos de gente practticando el dunga dunga directamente? Dato a tener en cuenta: el último número de la fotonovela de Killing que salió en Argentina fue en el año 1983, el mismo en el que volvió la democracia y cayó la censurta en ese país. De hecho, podríamos decir que lo más parecido que hoy existe como fotonovela realizada industrialmente son las revistas de pornografía como la Private, que tienen cuatro o cinco historias fotográficas donde una (o más) señorita(s) se encuentra(n) con un (o más) señor(es), dicen (en los epígrafes, raramente hay un globito que impida la visión de las fotos en ellas) ¡Uy, que calor hace! o algo así y se ponen a practicar el viejo unodos unodos.
Pero tambien aseguraría que la fotonovela murió no solamente por factores externos, sino que al contrario que su hermana, la historieta, que ha logrado sobrevivir, si bien cada vez apuntando a un público más especifico la rigidez de sus esquemas estéticos y narrativos no lograron adaptarse a estos cambios, decretando su muerte. A la fotonovela le faltaron Milton Canniffs, les faltaron Hugos Pratt, les faltaron Jack Kirbys, autores que, incluso trabajando con lenguajes que fueron (y son aun hoy en gran medida) considerados como menores (la manera polícamente correcta de decir para descerebrados y poco importantes), tuvieran voces personales que permitieran dar cambios a partir de los cuales las fotonovelas pudieran crecer.
Así que hoy no queda más que nada recordar a esta industria de la fotonovela que tuvo mucho éxito y hoy no está más intentos esporádicos aparte-, mirar entre nostálgicos y burlones el tono verdulero de sus historias y personajes y preguntarnos qué hubiera pasado si hubieran logrado evolucionar con los tiempos
12 comentarios
marcelo -
roberto -
lo mejor me parece que es ir al parque rivadavia de buenos aires orevolver ne librerias de viejo o en paginaas como mercado libre que isempre hay alguien ofreciendo numeros
y te escribo pronto para arreglar eso de los escaneos
suerte
roberto
alberto -
(p.d.)para enviar las revistas escaneadas,cual es el mail.
roberto -
mas por ahora no tenemos
pero is uqeres ver mas anda a www.gosadistik.com
Sergio -
roberto -
yesenia -
marcelo. -
daniel stigliano -
dario -
Anónimo -
Hijo Tonto -